El autobús amarillo

Yo, de pequeña, era incontrolable.

Mi madre me contó que no había nada que sirviera para mantenerme a raya. No servían los castigos, ni las amenazas… nada.

Si hacía algo mal y mii madre me decía que me quitaría los juguetes para que aprendiera, a mí me daba igual, era capaz de entretenerme con llaves, con el menaje de la cocina o simplemente imaginando formas en las paredes. Me daba igual lo que me quitara o el castigo que me pusiera.

Mi madre decía que era invencible.

Sin embargo, un día llegó a casa un juguete cualquiera, un pequeño autobús escolar americano, de esos de metal, amarillo y negro. Aquel autobús se convirtió en mi juguete favorito y, también, en la única amenaza por la que cambiaba mi comportamiento. Me daba miedo perder ese pequeño autobús, me importaba aquel juguete. Fue la primera vez que tuve una debilidad que mi madre pudo aprovechar para que no pintara las paredes, vaciara los botes de gel o jugara con la pelota cerca de cosas que se rompen.

Ese autobús de juguete me enseñó dos cosas: La primera que el miedo a perder algo te hace débil, y la segunda que si alguien no quiere a nadie, si no teme perder a nadie, es invencible.

¿Sabes de quién hablo, verdad?

Y encima yo, en medio de todo esto, voy y me enamoro.

Más en mi contra todavía.

En el próximo mail te cuento.

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J.