Lo que aprendió Elías de los ciervos

Te aseguro que mis días en Sevilla están siendo intensos. Lo verás en la novela porque lo estoy escribiendo todo para que quede registro.

Creo que estoy en peligro porque todo esto es mucho más importante que Elías, al menos eso creo.

Ahora que creo que van a por mí, no dejo de acordarme de algo que me dijo él. Me contó que para perfeccionar su maldito método se relacionó con policías, con malos, leyó libros de psicología forense, se empapó de la vida de asesinos en serie… e incluso salió con cazadores. “Quería ver cómo se comportan los animales cuando son víctimas”, me dijo.

Me contó que aprendió una valiosa lección de los ciervos: “Solo son visibles cuando se mueven. Solo el movimiento hace que los veas, si están quietos, su tono parduzco los esconde en la vegetación. Nunca han matado a un ciervo que estuviera quieto cuando los cazadores estaban cerca. Esa es la lección: hay momentos en los que estar quieto es la mejor decisión, aunque tengas que estar así años, da igual, es una cuestión de demostrarle a tu cazador que eres más fuerte que él, más paciente… más inteligente”.

¿Pero cómo me estoy quieta yo, que no me he estado quieta en mi vida? Y más con lo que tengo casi al alcance de la mano.

Joder, creo que van a matarme.

J.